Todos vienen y van
y no regresan, 
y se van detrás de todos, 
en silencio, 
con maderos en las piernas,
con las piernas
enredadas
y en silencio.
Todos miran de frente
y por la espalda, 
mirando la espalda de su encono,
con el rencor en la frente,
y la mirada sin sombras.
Todos vuelven a mirarse
lentamente,
a ignorar lo que no 
saben muerto
y a querer lo que no pueden.
Y así, y lentamente, 
en el silencio del encono
dan vuelta a sus espaldas
con la enigmática sombra
que acrece entre sombras 
mientras se extingue el universo y
la conciencia.

 
